Uno de los efectos más claros y permanentes a largo plazo de un desplazamiento forzado es la soledad. En la infancia y en la adolescencia la interrupción de las pertenencias o identificaciones tempranas condena a una soledad muy particular. Este es tema en torno al que gira un libro que acaba de ver la luz: Transterradas. El exilio infantil y juvenil como lugar de memoria.


Marisa N. González de Oleaga profesora del Departamento de Historia Social y del Pensamiento de España, UNED

Miguel Ángel Martorell Linares profesor del Departamento de Historia Política y Social Contemporánea de España, UNED